SARITA
DE ORO Y DE VIOLETAS
José Barroso
Para
Sara Montiel in memoriam, con
mi respeto y admiración.
Enero de 2004 no
termina de desperezarse. Cansado de leer a Walter Benjamin decido tomarme un
descanso y encender el televisor. Hago zapping:
los canales regionales, los canales nacionales, los canales de comiquitas, los
canales musicales, los canales religiosos, los canales… Me detengo. Frente a un
panel de periodistas de la prensa del corazón española está ella, Sara, Sara
Montiel, con su puro en la mano, con sus ojotes llenos de luz, su sonrisa
pícara y esa belleza con la cual los años no podrán. Porque Sara es eterna,
bonita, divina, pues.
-¡Dios,
qué hizo ahora la gran Sara!- exclamo y le doy todo el volumen al televisor, al
tiempo que aguzo la mirada. Sara siempre con sus escándalos, siempre dando de
qué hablar, por eso no morirá jamás. Cómo va a morir una mujer que se casa hoy
por amor a un hombre y se divorcia mañana por amor a un hijo anoréxico; que se
casa hoy con un cubano cuarenta años menor y mañana lo deja porque éste tiene
un amigo que no es amigo sino amiguíiiisimo. Cómo. A ver.
En
el plató (como le dicen los españoles al estudio de televisión) los periodistas
le lanzan a la diva muchas preguntas a la vez. Sara no responde, sólo esboza
una sonrisita de niña mala.
-¿Pero qué hizo?- grito desesperado.
Nada.
Que Antonia, como le dicen los íntimos, ha salido fotografiada en las revistas
bañándose en una tina. No sola, eso sería un escándalo pasajero y Sara sabe
cómo escandalizar. Ha salido metida en la tina con un hombre y una mujer (parece
responderme un periodista). Ooooh (exclamo yo).
-¡Eso
es un montaje!- así dicen los periodistas españoles cuando un artista arregla
todo, es decir, monta un teatro, para salir en la prensa del corazón y poder
seguir vivo en el mundo del espectáculo.
-Que
no es un montaje, que me han pilla´o los paparazzis- dice la gran Sara a la
periodista que ha lanzado la acusación.
-Pero
qué importa si es un montaje- intervengo yo.
Claro,
qué importa si es mentira, qué importa si Sara lo ha creado todo para que se
hable de ella. Lo importante es que Sara nos entretiene a todos con sus amores,
con sus malcriadeces de artista, y es que a una artista como ella debe
celebrársele cualquier cosa, porque Sara es Sara, ¡coño!
Pero
quién se atreve a negar que gran parte de la obra de Sara es precisamente esa:
la performance, como diría un
especialista en artes; o el brollo, como diríamos por estas resolanas. Qué
aburrida sería la vida de los españoles sin Sara, y para nosotros también,
porque estoy convencido de que ella ha sido la gran inspiración de Lila
Morillo. Sí, de Lila, no ponga esa cara que lo kitsch tiene el encanto de toda
pasión. Para mí Lila es una hermosa prolongación de la Montiel, y también es
una gran artista de la performance, y
canta tan bonito su cocotero que nos hace sentir orgullosos de tenerla. La
Montiel y la Morillo… Dios, ahora es cuando me doy cuenta… hasta apellido
maracucho tiene la Sara. Ah, ya entiendo todo, por eso Lila y Sara son tan
parecidas (aunque una sea tan blanca y la otra tan exquisitamente guajira).
Claro, es que Sara es el oro que se llevaron los españoles. ¿Y Lila, qué es
Lila, uno de los espejitos que nos trajeron? Nooo. Lila es… ¡El Dorado!
Comerciales.
Voy a la cocina y me preparo un sándwich de mantequilla de maní y mermelada. Cuando
vuelvo el programa no se ha reiniciado. Retomo la lectura de Walter Benjamin,
pero no leo ni dos líneas porque aquí está Sara nuevamente, con su sonrisita de
niña traviesa. Ahora le pide perdón a la amiga que insultó en ese mismo
programa, hace unos meses, porque opinó sobre sus amoríos con Tony, el cubano.
“Sí, esto de la tina es otro montaje”. Parece pensar María Patiño, una de las
periodistas. “Otro montaje, como toda su vida”.
Yo
miro la imagen de María Patiño y pienso: Pero déjenla, déjenla que nos
entretenga, que nos haga reír con sus montajes.
Qué vivan los montajes si son para alegrarnos la vida.
María
Patiño pregunta, dulce y venenosa al mismo tiempo. Luego pregunta Carmele,
ácida, siempre ácida, inmisericorde. Sara habla de cualquier cosa, pero nunca
responde a las preguntas. Los periodistas le recriminan su juego y ella sonríe
como Candy Candy. Los periodistas preguntan nuevamente todos a la vez. Nada se
entiende. Comerciales. Recuerdo que debo buscar el libro de Theodor Adorno para
cotejar algunas notas que escribí en sus márgenes con otras que escribí en el
libro de Walter Benjamin. El libro no aparece. Al fin lo encuentro. ¡Por el
Santo Copete de El Puma! Qué hace Theodor Adorno con los libros de Harry
Potter.
Cuando
vuelvo, ya Sara se ha ido. Me he perdido el final, y todo por culpa de los
necios de Benjamin y Adorno. Nadie me manda a estar leyendo a gente tan
complicada, con lo interesante y entretenida que es la revista Hola.
La
silla que ocupaba la Montiel ahora es ocupada por un actor que maltrataba a su
ex esposa. Un montaje, no hay dudas de que es un montaje, pero no como los de
Sara. Ningún montaje será como los de ella, porque ella es la reina del
escándalo, solo ella (y Lila, por supuesto) sabe cómo promocionarse, cómo
llamar la atención, cómo hacernos reír, reír, reír, hasta la incontinencia.
Seguro
Sara estará de vuelta la próxima semana con un nuevo amor, o contando sus
intimidades con maridos muertos, poniendo el mundo de cabeza, anunciando un
compromiso con un cantante de Operación Triunfo o con el domador, el enano o el
hombre bala de un circo. Y aquí estaré yo, en esta orilla del Atlántico,
diciéndole, con unos versos robados al poeta Miguel James: “Sarita, Sarita tú
eres bien bonita”.
Enero de 2004
¡Me encanta!fue interesante saber algo sobre Sara Montiel, con ese estilo tan particular con elque lo cuentas casi llegue a pensar que en vez de Sara era Elizabeth Taylor, lo digo por la similitud en las vidas de estas mujeres.
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