La nave

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La nave de los locos

sábado, 9 de enero de 2010

MOSAICOS DE CORAZONES
José Barroso

Desde muy temprano, la sala iba siendo despejada: los muebles, los cuadros, y las fotografías familiares que colgaban en las paredes pasaban a ocupar un lugar en los cuartos, quedando tan solo el pick up, reinando en uno de los extremos, dejando fluir ritmos de la Billo`s Caracas Boys y Los Melódicos, es decir de Víctor Piñero, porque Piñero era Los Melódicos, augurando en una de sus canciones que moriría cantando.
Pero cómo iba a morir Víctor Piñero, se pensaba, si sus canciones lo llenaban de vida cuando las interpretaba, si las fiestas sin él no eran fiestas a plenitud, a pesar de que durante toda la noche se bailara con los discos de La Billo’s.
Víctor Piñero y La Billo`s eran un binomio inseparable en las fiestas de mis tíos y tías adolescentes, vestidos ellos con pantalones de bota anchísima, camisas estampadas y zapatos “machotes”; y ellas con minifaldas de poliéster, zapatos de plataforma y pelucas “Cuchita”, “las más bellas peluquitas de Quita y Pon”.
Ya despejada la sala, mis tías pulían el piso y limpiaban el pick up con aceite 3-En-Uno, cuidando no dañar la calcomanía adherida a él, cuya inscripción rezaba: “Por aquí pasó Lorenzo”.
Ese día no se veía el programa de Henry Altuve. La cancioncita: “Diviértase y sonría en la feria de la alegría”, nadie la recordaba durante ese sábado.
Si era viernes, no se veían las telenovelas de las cuales la familia entera había hecho una religión, con ordenados rituales cada noche en los que se lloraba junto a Marina Baura o se sufría con la malvada más hermosa que haya existido en nuestra televisión: Doris Wells.
La  sala  que  servía  de  templo  para  los  rituales  se convertía en una especie de parque ferial, las voces de Memo, Cheo o José Luis sustituían las acartonadas de Elio Rubens y Raúl Amundaray, siempre exclamando: ¡Ca- na- lla! Palabra infaltable en el léxico de los galanes al discutir con sus rivales.
De los pájaros del monte,/ Josefa Matía,/ yo quisiera ser canario,/ Josefa Matía... Sonaba en el pick up y la casa vibraba. Las parejas se desplazaban bailando de un lugar a otro de la sala, sudorosas, carialegres.
Los invitados a las fiestas eran siempre los mismos:  Alfonso, impregnado de colonia “Pino Silvestre”, enamorando a las muchachas con cajitas de música; Isabel, con su corte de pelo estilo Señorita Cometa; Leobaldo, un joven de ademanes delicados y una sonrisa robada a Desirée Rolando, la hermosa Miss Venezuela de 1973; y muchos más.
En aquellas fiestas las conversaciones no tenían cabida, eran fiestas para tomar y bailar. Se bailaba sin descanso, y cuando sonaba la canción del Magallanes la euforia se acrecentaba.
Magallanes será campeón/ Magallanes será campeón/ comemos tigres/ comemos leones... Era como si la música penetrara en la sangre de todos y les llegara al corazón. Unos aplaudían, otros gritaban, incluso los caraquistas se permitían cinco minutos de traición a su equipo para participar de aquella algarabía.
Y si vas pa`l Cobre / quiero que me traigas / una virgencita de la caridad... Era una de las canciones que más se repetían, al igual que: Entre flores fandanguillos  y alegrías/ nació en España la tierra del amor... que era la canción favorita de mi tío Helímenes.
La Billo`s y Víctor Piñero eran también una religión para mis parientes maternos, y el pick up un tótem al cual se le brindaba el mayor de los cuidados. Todos lo adoraban. Era lo más preciado que existía para ellos, lo mantenían con el vinil de su tapa siempre negrísimo, su madera brillante, su aguja sin una partícula extraña que no dejara disfrutar a plenitud algún mosaico, porque los mosaicos eran la magia. Cuando sonaba un mosaico se oía el latir de los corazones al ritmo de cada una de las canciones que lo conformaban. Entonces era un mosaico de ritmos de corazones lo que se bailaba desenfrenadamente.
No era cierta la frase de la canción de La Billo`s: “Se acabó la fantasía”, porque en aquellas fiestas esta nunca se agotaba, permanecía de principio a fin, ululaba en el ambiente, se enredaba en todos los cuerpos como serpentina, se mezclaba con el sudor y con el licor traído de Las Antillas.
Un día, la sala fue despejada, los muebles, los cuadros y las fotografías familiares pasaron a ocupar un lugar en los cuartos e incluso el pick up fue llevado a un oscuro rincón de la cocina y en  su lugar colocaron una caja negra con una de las tías adentro.
A partir de aquel día ya no hubo música, ya no hubo Billo`s ni Piñero ni mosaicos de corazones. 


Agosto de 1992