En Santa Ana de Coro, luego de las lluvias, hubo quienes sacaron sus jardines de paseo.
La nave
sábado, 18 de diciembre de 2010
sábado, 16 de octubre de 2010
EL SÍNDROME DE GILDA BARRETO*
José Barroso.
José Barroso.
No existe en
nuestra sociedad nada más subversivo que la telenovela, sobre todo la
tradicional o rosa, esa donde hay una muchacha muy pobre o muy débil (ambas
cosas, inclusive), que es humillada por una mujer rica o poderosa (ambas cosas,
inclusive también) que, por supuesto, es malísima (la villana, no la novela).
Casi siempre esta pérfida mujer tiene un cómplice que es muy perverso y, por
añadidura, es su amante oculto, pero este desea obcecadamente a la muchacha
pobre y débil que está enamorada del muchacho bueno, el cual vive, igualmente, a mano de este dúo las más
viles injusticias.
¿Pero qué tiene
ese culebrón de subversivo? Debe ser su pregunta. La respuesta a su
interrogante es sencilla. Es subversiva nuestra telenovela porque la pobre y
débil muchacha, luego de vivir la más grande de las tropelías, se rebela, huye
del pueblo o de la casa del muchacho rico, no sin antes jurar vengarse. Años
más tarde, como siempre dice el generador de caracteres, la muchacha retorna
convertida en una gran dama, que nadie reconoce porque se pintó el pelo y, aquí
sí viene lo verdaderamente subversivo, despoja a la rica malísima del
poder, la fortuna y el marido, el
muchacho bueno de la historia. Pero eso no termina ahí, porque en el capítulo
final, la antigua mujer rica y poderosa
enloquece, es encarcelada o se cae por un acantilado mientras intenta
lanzar a la muchacha buena al vacío. Por su parte el villano al intentar salvar
a su amante se lanza al mar desde el acantilado sin percatarse de que abajo lo
esperan aguas infestadas de hambrientos tiburones.
¿Comprende
usted ahora mi planteamiento? Entonces prosigo. Los venezolanos, y los
latinoamericanos en general, seguimos apegados al melodrama de herencia cubana,
a la fórmula de Caridad Bravo Adams,
Felix Caignet o Delia Fiallo, porque hemos vivido por siglos oprimidos,
reprimidos y deprimidos, eso nos hace
ver en la telenovela una imagen especular o una metáfora de nuestra realidad.
Nos identificamos con la muchacha pobre y débil porque todos, hombres y
mujeres, hemos sido en algún momento humillados como ella, tal vez por una mala
malísima y un remaluco, o quizás por un portero de bar, una cajera de banco o
supermercado, un mesonero, o por cualquiera que crea tener el poder de su
parcela, un poder pendejo, pero poder al fin. Y nosotros como somos tan educados
no decimos nada, contamos hasta diez respirando pausadamente, luego llegamos a
casa y admiramos a esa protagonista que dice al retornar: “Aquí estoy
nuevamente, lista para la revancha. Haré llorar lágrimas de sangre a esos
cretinos.” La admiramos porque hará en la ficción lo que nosotros nunca haremos
en la realidad, y porque en el capítulo final será feliz puesto que no quedarán
villanos sueltos por ahí. Por ese capítulo final es que todos permanecemos
hasta un año husmeando en la vida de la muchacha débil. Aunque todos sabemos lo
que pasará, debido a que ya lo hemos visto en la telenovela anterior y en la
otra y en la otra, con ese capítulo
drenamos nuestra frustración, porque la venganza de la muchacha que creíamos
débil la hacemos nuestra, y experimentamos un enorme goce.
Al
término de ese capítulo sentimos un gran vacío, posiblemente porque queremos
ver a la muchacha disfrutar del amor, de la riqueza y del poder, pero
entendemos que la novela debe llegar hasta ahí porque de continuar tal vez aparezca
una nueva muchacha pobre y débil, la cual se enamorará del muchacho bueno y
rico… y a estas alturas ya sabemos quién
es la mujer rica y poderosa de la novela. Entonces la culebra se mordería la
cola.
Gilda Barreto: nombre de la
protagonista de la telenovela Como tú ninguna, protagonizada por Gabriela
Spanic. Gilda Barreto vivió en la ficción todas las humillaciones posibles,
sufrió todos los accidentes y padeció todas las enfermedades, pero al final fue
feliz con su galán.
Octubre de 2010
jueves, 5 de agosto de 2010
GRIMORIO
Esta noche, siento la casa bambolearse. Corro al balcón. Es extraño. A pesar de la oscuridad, más intensa de lo habitual, observo texturas mucosas envolviendo las calles -que se han arqueado-, los edificios, los escasos árboles. Entonces salgo. Camino calle Falcón abajo, paseo Talavera abajo, hasta desembocar en la Catedral, que suena como un corazón. Cruzo la plaza Bolívar y me enrumbo hacia el Mercado Viejo para verlo envuelto en ovillos de pelambre parda. Esta ciudad ha vuelto a convertirse en un gato. Esta ciudad tiene abierto su libro de seretón, ojalá nadie se lo vaya a cerrar.
Microcuento ganador del 1er lugar del Concurso de Microcuentos del Diario Nuevo Día.
Microcuento ganador del 1er lugar del Concurso de Microcuentos del Diario Nuevo Día.
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lunes, 10 de mayo de 2010
Postales de Narragonia III
Si estás de visita en la ciudad de Coro o vives en ella y no encuentras alternativas expositivas que ver, visita el mercado municipal, seguro encontrarás, entre las frutas o tras las legumbres, obras pictóricas de artistas anónimos. También encontrarás instalaciones que ni en los grandes salones de arte del país. FELIZ DÍA DEL ARTISTA PLÁSTICO.
lunes, 22 de marzo de 2010
Postales de Narragonia II
miércoles, 17 de marzo de 2010
SE VENDE BROLLOS (Y SE PONEN AMPOLLETAS)
José Barroso
José Barroso
SE VENDEN BROLLOS (Y SE PONEN
AMPOLLETAS)
Muy temprano llegaba Neco Garcés a la parada, compraba en
el quiosco los periódicos y, después de tomarse un guayoyo y comerse un par de
empanadas, se sentaba en un banco a leer las noticias. Luego le comentaba lo
leído a los que iban llegando: estudiantes somnolientos, maestros ansiosos de
que llegara la quincena, obreros que se desayunaban con humo de cigarro, gente
sonriente que decía: “Buenos días”, y seguía carialegre, así nadie le
respondiera su cortesía, y también gente mal encarada que empujaba con furia a
quien se interpusiera en su camino cuando, al cabo de una hora de espera,
llegaba, al fin, una camionetica Mapegadaro.
Aunque nadie le prestaba atención a las narraciones
noticiosas del pobre Neco Garcés, éste no se desanimaba, continuaba hasta que
se le agotaba el repertorio y entonces apelaba a las, llamadas por él,
“noticias endógenas”, que no eran más que los chismes del vecindario. Ahí sí
que tenía éxito. Nada más con decir, por ejemplo, “¿esa que va ahí no es la
pretenciosa de la Yisnexis?”, conseguía la atención de tres o cuatro personas
que lo miraban con ojos de culebra en celo, porque sabían que venía algo
candanga, algo que los haría exclamar: “Mírenla, pues, y tan seriecita que se
veía la Yisnexis!”. Dígame si decía: “¿Y aquel a quién saldría con ese tumbaíto,
con lo mujeriego que es el papá?” Las miradas se multiplicaban porque sabían
que venía un bombazo que los tendría todo el día murmurando: “Ah mundo, se
perdió esa cosecha”.
En una ocasión, un vendedor de películas piratas que
escuchaba sus comentarios le preguntó: “¿Y eso es verdad?”. A lo que él
respondió: “Así no lo sea, mijito, con algo tengo que entretenerme”. El
vendedor de recordó un cuento que habían ido comentando días atrás, en la
camionetica donde él iba, dos estudiantes de Literatura de la Universidad “Francisco
de Miranda”. El cuento trataba acerca de alguien que vendía palabras. También
vino a su memoria una película brasileña en la cual una mujer se ganaba la vida
escribiendo y vendiendo cartas. Aquellos dos recuerdos le dieron una gran idea.
“Vamos a vender tus chismes y nos metemos un billete”. “¿Quién te dijo que yo
soy chismoso? Yo lo que soy es comentarista vecinal”.
Pero tanto insistió el vendedor de películas piratas que
Neco aceptó el negocio y a la mañana siguiente instalaron en la parada una
mesa, de esas que usan los que alquilan teléfonos celulares, con un cartel que
decía: Se venden brollos y se ponen ampolletas. “Si nos va mal con una cosa nos
bandeamos con la otra”. Le explicó Neco Garcés a su ayudante, quien, como
encargado de la publicidad de la empresa, estuvo todo el día repartiendo
volantes en la parada y dentro de las busetas. La publicidad ofrecía: A un
módico precio le inventamos el chisme que necesita para desprestigiar y
destruir al vecino, al rival, al jefe, al compañero de trabajo, al que le quitó
el puesto, al que está en el cargo que usted quiere, a quien le quitó a la
mujer o el marido… y a quien a usted le cae mal, por puro gusto.
Lo cierto es que poco a poco comenzaron a llegar los
clientes. Ya en la tarde era extensa la cola de personas a las que no les
gustaba el chisme, pero las entretenía. Fue tanto el éxito del negocio que
llegaba gente de todo el país. La cola ya más bien parecía una de Mercal.
Los chismes que más solicitaban eran los llamados “de
cama”, los cuales contaban quién se acostaba con quién, quién le montaba los
cuernos a quién o quién era sodomita… gay, pues. Neco y su ayudante ofrecían un
combo que contenía el chisme y un folleto con las instrucciones de cómo
difundirlo. Estas instrucciones contemplaban desde los sitios donde debía
comenzar la difusión hasta las palabras precisas con las que se debía iniciar
el rumor: “No se lo digas a nadie”. “No me vayas a vender”. “A mí no me
consta”. “Por ahí se dice”. “A mí no me lo creas”.
Ser el blanco de un chisme se convirtió, de pronto, en un
símbolo de estatus, por aquello de que “no importa que hablen bien o hablen mal
de mí, pero que hablen”. Entonces la gente comenzó a ir al negocio de Neco
Garcés, que ya se había convertido en una franquicia, para que le crearan su
propio chisme. El hombre cada vez se hacía más y más rico. Pero un día le
sobrevino la desgracia. Llegó el gobierno, el Seniat, para ser exacto, y le
cerró la empresa porque no tenía los papeles en regla y no pagaba impuestos. Por
si fuera poco el socio le robó todos los cobres. Pero Dios no podía ser tan
injusto con él. De tanto inventar y contar chismes, a Neco Garcés le creció la
lengua a tal punto que ahora se gana la vida puliendo con ella las piedras de
la zona colonial.
¿Mentira? Claro que es mentira, pero yo también tengo
derecho a inventar un brollo.
Marzo de 2010
sábado, 9 de enero de 2010
MOSAICOS DE CORAZONES
José Barroso
José Barroso
Desde muy temprano, la sala iba siendo despejada: los muebles, los
cuadros, y las fotografías familiares que colgaban en las paredes pasaban a
ocupar un lugar en los cuartos, quedando tan solo el pick up, reinando
en uno de los extremos, dejando fluir ritmos de la Billo`s Caracas Boys y
Los Melódicos, es decir de Víctor Piñero, porque Piñero era Los Melódicos,
augurando en una de sus canciones que moriría cantando.
Pero cómo iba a morir Víctor Piñero, se pensaba, si sus canciones lo
llenaban de vida cuando las interpretaba, si las fiestas sin él no eran fiestas
a plenitud, a pesar de que durante toda la noche se bailara con los discos de
La Billo’s.
Víctor Piñero y La Billo`s eran un binomio inseparable en las fiestas de
mis tíos y tías adolescentes, vestidos ellos con pantalones de bota anchísima,
camisas estampadas y zapatos “machotes”; y ellas con minifaldas de poliéster,
zapatos de plataforma y pelucas “Cuchita”, “las más bellas peluquitas de
Quita y Pon”.
Ya despejada la sala, mis tías pulían el piso y limpiaban el pick up con aceite 3-En-Uno, cuidando no
dañar la calcomanía adherida a él, cuya inscripción rezaba: “Por aquí pasó
Lorenzo”.
Ese día no se veía el programa de Henry Altuve. La cancioncita: “Diviértase
y sonría en la feria de la alegría”, nadie la recordaba durante ese sábado.
Si era viernes, no se veían las telenovelas de las cuales la familia
entera había hecho una religión, con ordenados rituales cada noche en los que
se lloraba junto a Marina Baura o se sufría con la malvada más hermosa que haya
existido en nuestra televisión: Doris Wells.
La sala que
servía de templo
para los rituales
se convertía en una especie de parque ferial, las voces de Memo, Cheo o
José Luis sustituían las acartonadas de Elio Rubens y Raúl Amundaray, siempre
exclamando: ¡Ca- na- lla! Palabra infaltable en el léxico de los galanes al discutir
con sus rivales.
De los pájaros del monte,/ Josefa Matía,/ yo quisiera ser canario,/
Josefa Matía... Sonaba
en el pick up y la casa vibraba. Las
parejas se desplazaban bailando de un lugar a otro de la sala, sudorosas,
carialegres.
Los invitados a las fiestas eran siempre los mismos: Alfonso, impregnado de colonia “Pino
Silvestre”, enamorando a las muchachas con cajitas de música; Isabel, con su
corte de pelo estilo Señorita Cometa; Leobaldo, un joven de ademanes delicados
y una sonrisa robada a Desirée Rolando, la hermosa Miss Venezuela de 1973; y
muchos más.
En aquellas fiestas las conversaciones no tenían cabida, eran fiestas
para tomar y bailar. Se bailaba sin descanso, y cuando sonaba la canción del
Magallanes la euforia se acrecentaba.
Magallanes será campeón/ Magallanes será campeón/ comemos tigres/ comemos
leones... Era
como si la música penetrara en la sangre de todos y les llegara al corazón.
Unos aplaudían, otros gritaban, incluso los caraquistas se permitían cinco
minutos de traición a su equipo para participar de aquella algarabía.
Y si vas pa`l Cobre / quiero que me traigas / una virgencita de la
caridad... Era
una de las canciones que más se repetían, al igual que: Entre flores
fandanguillos y alegrías/ nació en
España la tierra del amor... que era la canción favorita de mi tío Helímenes.
La Billo`s y Víctor Piñero eran también una religión para mis parientes
maternos, y el pick up un tótem al
cual se le brindaba el mayor de los cuidados. Todos lo adoraban. Era lo más
preciado que existía para ellos, lo mantenían con el vinil de su tapa siempre
negrísimo, su madera brillante, su aguja sin una partícula extraña que no
dejara disfrutar a plenitud algún mosaico, porque los mosaicos eran la magia.
Cuando sonaba un mosaico se oía el latir de los corazones al ritmo de cada una
de las canciones que lo conformaban. Entonces era un mosaico de ritmos de
corazones lo que se bailaba desenfrenadamente.
No era cierta la frase de la canción de La Billo`s: “Se acabó la fantasía”,
porque en aquellas fiestas esta nunca se agotaba, permanecía de principio a
fin, ululaba en el ambiente, se enredaba en todos los cuerpos como serpentina,
se mezclaba con el sudor y con el licor traído de Las Antillas.
Un día, la sala fue despejada, los muebles, los cuadros y las fotografías
familiares pasaron a ocupar un lugar en los cuartos e incluso el pick up fue
llevado a un oscuro rincón de la cocina y en
su lugar colocaron una caja negra con una de las tías adentro.
A partir de aquel día ya no hubo música, ya no hubo Billo`s ni Piñero ni
mosaicos de corazones.
Agosto de 1992
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