La nave

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La nave de los locos

miércoles, 25 de noviembre de 2009

EL POETA QUE SE BAJÓ DE SU NUBE
José Barroso

Esa tarde, como siempre al salir de clases, encendí el celular y me dispuse a revisar los mensajes de voz y los de texto, tenía seis en total, tres y tres, todos de un amigo con quien en la juventud hice causa común con la convicción de que transformaríamos el mundo a punta de poemas. Bueno, cosas de muchachos, entiendan ustedes.
Él era en aquellos tiempos un lector apasionado, voraz, podía leerse en dos noches un libro de ochocientas páginas, de esos que todos citan pero nadie ha leído nunca. Con esa misma pasión escribía ensayos, cuentos, poemas, aforismos, crónicas, y soñaba con ser publicado por Monte Ávila, Planeta, Seix Barral y ganar el Premio Rómulo Gallegos, el Príncipe de Asturias y el Nóbel de Literatura, así en ese orden.
Todos los años enviaba un cuento al concurso de El Nacional e incluso enviaba también a los concursos literarios convocados por ateneos y casas de la cultura ubicados en los rincones más apartados del país, pero nunca lograba un premio, llegaba, como dicen, detrás de la ambulancia. “Eso mismo le sucedía a García Márquez cuando vivía en Venezuela”. Se consolaba. “Las mafias literarias no dejan que surjan nuevos talentos”.
Y no se rendía. Enviaba sus libros a las editoriales de Caracas y a las instituciones culturales de este estado y nada, no le publicaban ni un librito multigrafiado. Pero con el tiempo se fue resignando. “Ya llegará mi momento. Es que soy un adelantado a mi época”. Se decía, sólo para darse ánimo.
Un diciembre, para sorpresa de todos, decidió casarse. Sí, él que decía que el matrimonio era un convencionalismo social, una abominación creada por la burguesía y un monstruo castrador del amor, decidió casarse con Yasmira, su novia de siempre.
“¿Pero qué le vas a dar de comer a mi hija?”. Le preguntó el suegro. “¿Libros?”. Entonces el señor, que tenía mucho dinero porque era sindicalista, les dio para que montaran un negocio. “Vamos a montar una librería. Eso sí, sólo venderemos libros de literatura. Colocaremos unas mesitas para que la gente se tome un café mientras ojea y decide qué obra comprar”. Pero la esposa intervino para convencerlo: “¿Estas loco? ¿Una librería? Conociendo a tus amigos esos se van a tomar todo el café, se van a llevar todos los libros sin pagar y antes del mes nos vamos a quedar con los estantes y los bolsillos vacíos. No, no, mejor vamos a montar un remate de caballos”. “Pero, ¿qué sé yo de caballos?”. “Algo sabrás, porque te la pasas escribiendo poemas sobre caballos”. “Si, pero esos caballos sobre los que escribo son metáforas de mi cosmogonía interior”. “Bueno, léete la Gaceta Hípica para que aprendas algo, porque con cosmogonía interior no se va al mercado ni se compra ropa ni se paga el teléfono, la luz, el agua…” Y montaron su remate de caballos que él bautizó Caballo de Troya. Les fue tan bien que al año ya tenían cinco sucursales diseminadas por toda la ciudad, una lujosa casa en el parcelamiento Santa Ana y dos carros que le costaron lo mismo que veinte librerías juntas.
Y así quién va a estar escribiendo versos. El hombre olvidó para siempre el premio de El nacional y el Nóbel. De aquella época sólo le quedaron buenos amigos a los que invita a tomarse unos güisquis cuando se siente deprimido, como debió sentirse esa tarde cuando, al salir de clase, leí en la pantalla de mi celular su nombre.
Preocupado por la insistencia de mi amigo, me apresuré a revisar los mensajes de texto: T spro n Tsk + trd. Decían los tres mensajes de la persona que en un tiempo arremetía con furia contra aquel que irrespetara la gramática y la sintaxis. Debo confesar que no entendí, pero-lo-que-se-dice-nada, aquellos mensajes. No soy muy experto en eso que los lingüistas han denominado “economía del lenguaje”, por eso decidí que era mejor escuchar los mensajes de voz, los cuales al instante me despejaron la incógnita: Te espero en la tasca de siempre más tarde.
A eso de las nueve llegué a la tasca de siempre. Él se alegró al verme y pidió de inmediato para mí un güisqui dieciocho años, luego me dijo: “No te preocupes, es güisqui bueno, no como ese que le regalaban a mi suegro en diciembre los agremiados de su sindicato. Cómo no se iba a morir el viejo, si bebía tanto güisqui puya’o”. Durante toda la noche me estuvo hablando de sus logros, del carro que se iba a comprar -de esos que cuestan lo que deben de costar cuarenta librerías juntas-, de la casa que se estaba construyendo en la sierra y de la que se había comprado en la playa de Buchuaco, del viaje que iba a hacer con los muchachos y Yasmira para Disney World.
“¡Disney World! ¡Virgen Santa!” Pensé. “¿Y este no era el que decía que Mickey Mouse era un símbolo de dominación utilizado por los gringos para destruirnos como cultura?” Debo confesar que la envidia me estaba corroyendo. Sí, sí, bueno, es que uno es humano.
Ya cuando nos estábamos yendo me preguntó: “¿Y tus cosas cómo van?”. Con mucha vergüenza le respondí: “Ahí, dando clases e investigando”. “¿Ah, síii? ¿y sobre qué estás investigando?”. Inquirió, como por no dejar. “Estoy haciendo un estudio acerca de los referentes animalísticos en la poesía venezolana”. Le respondí. “Ah”. Balbuceó con desdén. “Chico, y cuando vas a madurar tú, con referentes animalísticos no se compra en el hipermercado ni se paga la luz, el teléfono, el cable... Ya que sabes tanto de animales por qué no te montas una tienda de mascotas”. Así me dijo el muy desgraciado. Es que me sentí como una chiripa rociada con Baygon. “No, eso ni pensarlo”. Fue lo único que pude decirle, pues la indignación me ahogó las palabras. Pero ahora que han pasado los días, ¿pueden creerme que comencé a pensarlo?

Febrero de 2006

7 comentarios:

  1. Jajaja.. tan frustrante como bueno.

    Un amigo decía: "siempre se suben por la izquierda y se bajan por la derecha..."

    Por eso nunca llegó a ser nada... por que nunca creyó realmente en lo que pensaba.

    Y tu?.. por donde te irás a bajar.

    Saludos
    Hannibal

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  2. Frustrante; de sueños acabados. !Me gustó, je!

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  3. Muy bueno profe. Deja un sabor amargo... Yo creo que ese poeta despertó y aceptó la cruda realidad jejejeje. Excelente profe!!!

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  4. Mano pero qué buen cuento, me has traído a la memoria un centenar de personas. Bienvenido al mundo de la Internet, nunca pensé que este blog fuera tuyo, pero qué bueno saberlo, ya mismo lo coloco en los "Otros rincones" de www.madriguera.ya.st y a ver cuándo coincidimos porque hasta ahora cuando uno va el otro viene y viceversa.
    ¡Saludes!
    Ennio

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  5. Jejeje... este tipo de cosas lo ponen a pensar a uno, pero hay que tener convicción profe!!! Aunque sabemos que dando clases jamás podremos ir a Disney jejeje. Muy bueno!!!!

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  6. La mejor metáfora: "me sentí como una chiripa rociada con baygón" por muy extraño que parezca creo que realmente transmite una sensación, claro está además de ser jocoso. Muy bueno, me gustó la fluidés. Además es un blog interesante, ¡seguiremos conectados!

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