José Barroso.
No existe en
nuestra sociedad nada más subversivo que la telenovela, sobre todo la
tradicional o rosa, esa donde hay una muchacha muy pobre o muy débil (ambas
cosas, inclusive), que es humillada por una mujer rica o poderosa (ambas cosas,
inclusive también) que, por supuesto, es malísima (la villana, no la novela).
Casi siempre esta pérfida mujer tiene un cómplice que es muy perverso y, por
añadidura, es su amante oculto, pero este desea obcecadamente a la muchacha
pobre y débil que está enamorada del muchacho bueno, el cual vive, igualmente, a mano de este dúo las más
viles injusticias.
¿Pero qué tiene
ese culebrón de subversivo? Debe ser su pregunta. La respuesta a su
interrogante es sencilla. Es subversiva nuestra telenovela porque la pobre y
débil muchacha, luego de vivir la más grande de las tropelías, se rebela, huye
del pueblo o de la casa del muchacho rico, no sin antes jurar vengarse. Años
más tarde, como siempre dice el generador de caracteres, la muchacha retorna
convertida en una gran dama, que nadie reconoce porque se pintó el pelo y, aquí
sí viene lo verdaderamente subversivo, despoja a la rica malísima del
poder, la fortuna y el marido, el
muchacho bueno de la historia. Pero eso no termina ahí, porque en el capítulo
final, la antigua mujer rica y poderosa
enloquece, es encarcelada o se cae por un acantilado mientras intenta
lanzar a la muchacha buena al vacío. Por su parte el villano al intentar salvar
a su amante se lanza al mar desde el acantilado sin percatarse de que abajo lo
esperan aguas infestadas de hambrientos tiburones.
¿Comprende
usted ahora mi planteamiento? Entonces prosigo. Los venezolanos, y los
latinoamericanos en general, seguimos apegados al melodrama de herencia cubana,
a la fórmula de Caridad Bravo Adams,
Felix Caignet o Delia Fiallo, porque hemos vivido por siglos oprimidos,
reprimidos y deprimidos, eso nos hace
ver en la telenovela una imagen especular o una metáfora de nuestra realidad.
Nos identificamos con la muchacha pobre y débil porque todos, hombres y
mujeres, hemos sido en algún momento humillados como ella, tal vez por una mala
malísima y un remaluco, o quizás por un portero de bar, una cajera de banco o
supermercado, un mesonero, o por cualquiera que crea tener el poder de su
parcela, un poder pendejo, pero poder al fin. Y nosotros como somos tan educados
no decimos nada, contamos hasta diez respirando pausadamente, luego llegamos a
casa y admiramos a esa protagonista que dice al retornar: “Aquí estoy
nuevamente, lista para la revancha. Haré llorar lágrimas de sangre a esos
cretinos.” La admiramos porque hará en la ficción lo que nosotros nunca haremos
en la realidad, y porque en el capítulo final será feliz puesto que no quedarán
villanos sueltos por ahí. Por ese capítulo final es que todos permanecemos
hasta un año husmeando en la vida de la muchacha débil. Aunque todos sabemos lo
que pasará, debido a que ya lo hemos visto en la telenovela anterior y en la
otra y en la otra, con ese capítulo
drenamos nuestra frustración, porque la venganza de la muchacha que creíamos
débil la hacemos nuestra, y experimentamos un enorme goce.
Al
término de ese capítulo sentimos un gran vacío, posiblemente porque queremos
ver a la muchacha disfrutar del amor, de la riqueza y del poder, pero
entendemos que la novela debe llegar hasta ahí porque de continuar tal vez aparezca
una nueva muchacha pobre y débil, la cual se enamorará del muchacho bueno y
rico… y a estas alturas ya sabemos quién
es la mujer rica y poderosa de la novela. Entonces la culebra se mordería la
cola.
Gilda Barreto: nombre de la
protagonista de la telenovela Como tú ninguna, protagonizada por Gabriela
Spanic. Gilda Barreto vivió en la ficción todas las humillaciones posibles,
sufrió todos los accidentes y padeció todas las enfermedades, pero al final fue
feliz con su galán.
Octubre de 2010